¿Cómo deberíamos vivir la Navidad?

¿Cómo deberíamos vivir la Navidad?

Independientemente de la fecha exacta que haya nacido nuestro Salvador, en el mes de diciembre, concretamente el 25 celebramos el nacimiento de nuestro Redentor; Sin embargo, ¿Cuántos son los que creen de verdad en la Navidad? ¿Cuántos los que saben celebrarla en lo más íntimo de su corazón? ¿Cuántos vivimos a profundidad este magnífico suceso? Estamos tan entretenidos con nuestras compras, regalos y cenas que resulta difícil acordarse de Dios y acogerlo en medio de tanta confusión. Nos preocupamos mucho de que en estos días no falte nada en nuestros hogares, pero a casi nadie le preocupa si allí falta Dios. Más todavía, andamos tan llenos de cosas que no sabemos alegrarnos de la «cercanía de Dios».

Ciertamente, una vez más, estas fiestas pasarán sin que muchos hombres y mujeres hayan podido escuchar nada nuevo, vivo y gozoso en su corazón. Y desmontarán «el Belén» y retirarán el árbol y las estrellas, sin que nada grande haya renacido en sus vidas. Será, una vez más, un simple recordatorio, nada significativo para nuestras vidas.

La Navidad no es una fiesta sencilla. Sólo puede ser celebrarla desde dentro quien se atreve a creer que Dios puede volver a nacer entre nosotros, en nuestra vida diaria. Este nacimiento será pobre, frágil, débil como lo fue el de Belén. Pero puede ser un acontecimiento real. El verdadero regalo de Navidad.

La Navidad solo puede ser celebrada desde dentro preparando nuestro corazón.
La Navidad solo puede ser celebrada desde dentro preparando nuestro corazón.

Dios es infinitamente mejor de lo que nos creemos. Más cercano, más comprensivo, más tierno, más audaz, más amigo, más alegre, más grande de lo que nosotros podemos sospechar. ¡Dios es Dios!

Los hombres y mujeres no nos atrevemos a creer del todo en la bondad y ternura de Dios.  Necesitamos detenernos ante lo que significa un Dios que se nos ofrece como niño débil, vulnerable, indefenso, sonriente, irradiando sólo paz, gozo y ternura. Se despertaría en nosotros una alegría diferente, nos inundaría una confianza desconocida. Nos daríamos cuenta de que no podemos hacer otra cosa sino dar gracias.

Este Dios es más grande que todos nuestros pecados y miserias. Más feliz que todas nuestras imágenes tristes y raquíticas de la divinidad. Este Dios es el regalo mejor que se nos puede hacer a los hombres.

Nuestra gran equivocación es pensar que no necesitamos de Dios. Creer que nos basta con un poco más de bienestar, un poco más de dinero, de salud, de suerte, de seguridad. Y luchamos por tenerlo todo. Todo menos Dios.

Felices los que tienen un corazón sencillo, limpio y pobre porque Dios es para ellos.  Felices los que sienten necesidad de Dios porque Dios puede nacer todavía en sus vidas. Felices los que, en medio del bullicio y aturdimiento de estas fiestas, sepan acoger con corazón creyente y agradecido el regalo de un Dios Niño. Para ellos habrá sido Navidad.

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Oración a Dios en Navidad

Oh Dios, gracias por enviar a tu Amado Hijo a este mundo. Gracias por ese amor inmenso para con nosotros, solo desde el amor se puede explicar tu encarnación.

Concédeme tu gracia para vivir a plenitud este acontecimiento, prepara mi corazón para nacer allí. Ven y nace en mi familia, en mi hogar. Amadísimo Jesús te suplico la capacidad y la fortaleza para dejar el pecado, el vicio y así limpiar mi casa interior para acogerte.

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